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No es presunción

Pero en mi vida, Ya ha ocurrido un milagro. Vivo con la conciencia absoluta de ello. A cada amanecer (al menos después de despertar por completo, tras una taza de café) Recuerdo que existes Que me miras. Que nos amamos. Que estamos juntos. Y está red de neuronas cínicas Perfectamente condicionadas al mundo caótico Y cruel Hasta la última Vuelve a creer en los cuentos de hadas.

Shitty Robot

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Soy un ser sin alma, Una criatura recompuesta A la que se le perdieron muchas piezas. Pero lo que queda (Chatarra de un lado y otro, sacada de quién sabe dónde) De alguna manera, funciona. Los ejes de mis apéndices  Son capaces de moverse Alguna parte de mi mecanismo De mi centro torcido Ronronea en movimiento perpetuo Y una energía fósil, atómica, cinética (no sabría decirlo) Fluye incesante en mi sistema. Algunos de mis LEDs aún funcionan, Soy una lámpara rota Que a lo lejos se mira Como un faro que resplandece cual mil estrellas Picos de energía hacen chispear mi cableado O cortan las funciones de manera intermitente Humeo. Ardo lentamente, combustible de mi propia existencia.

Eje

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No amo mi patria. Su fulgor abstracto      es inasible. Pero (aunque suene mal)      daría la vida por diez lugares suyos,      cierta gente, puertos, bosques de pinos,      fortalezas, una ciudad deshecha,      gris, monstruosa, varias figuras de su historia,      montañas -y tres o cuatro ríos. Alta traición, José Emilio Pacheco Hoy, ante la suave luz de una mañana nublada, entendí porqué le llaman zorro azul. Su esponjosa cola de algodón de azúcar pasó como un rayo en la carretera y se perdió de nuevo en el océano verde a los lados. Fue un pequeño relámpago inesperado, iluminó el paisaje un instante, y, aunque desapareció, me dejó con el recuerdo de su imagen deslumbrando mi pupila, imprimendo el recuerdo de nuevos detalles de ese lugar. El clima y la vegetación no me es familiar, aquí todo parece más agreste, las cosas más grandes, el mundo más salvaje. Pero recuerdo que aún así hay viejos familiares. Lagartijas espinosas no muy distintas de las

Recuerdo y lección

Su nombre completo era La Negra Tomasa, pero para todos era Tommy. Llegó adulta a la colonia, una perrita negra, parecía una cruza negra de basset hound. Creo que había sido una perrita consentida, pues cuando veía abrirse la puerta de un coche (no importa cuál, incluso taxis) se subía de un salto con cara de "¿A donde vamos a ir?". Un día mi hermano sacó a pasear a nuestra única perra de entonces, una cruza de labrador llamada Daisy, que aún no cumplía el año, y Tommy los siguió. Empezó a dormir a la puerta de nuestra casa, y cuando descubrió el jardín trasero, dormía bajo nuestra ventana. Pronto nos dimos cuenta de porqué la abandonaron: estaba embarazada. Un vecino le empezó a regalar croquetas, y nosotros le poníamos un traste de agua en el patio. Tras muchas súplicas, acordamos que la dejaríamos dormir en un cobertizo "hasta que tuviera a sus hijitos". Daisy y Tommy se hicieron grandes amigas. Corrían juntas y jugaban, mientras su panza crecía hasta rozar e

El libro ha muerto. ¡Larga vida al libro!

Hoy acabé tirando un montonal de papel. Decenas de Mecánica Popular, Selecciones de Reader's Digest, enciclopedias técnicas de tomos coleccionables, hasta algunas Dudas y Agachados. Décadas de conocimiento y entretenimiento que, pese a dejarme un poco vacío el corazón, ya no tenían utilidad práctica. Recuerdo el primer instante en que la tecnología empezó a bailar sobre la tumba de las enciclopedias. Al menos en mi casa, eso fué por el año 2000, fecha en que mis tíos compraron una nueva computadora que incluía de regalo una copia del legendario Encarta 2000. Toda una enciclopedia (lo que mi abuelo guardaba en doce tomos de a medio kilo cada uno) dentro de un disquito de 10cm de diámetro. De niña yo hice la tarea con libros. Mi abuelo fue un hombre muy curioso y eso en su época significaba comprar mucho, mucho papel. Desde revistas de TVguía, pasando por historietas educativas (y no educativas) a libros de autoayuda, de opinión, psicología, cursos por correspondencia, enciclopedia

Vampman

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Frío. Oscuridad. Miedo. Hace horas que no sé de mí. Algún criminal debió tomarme por sorpresa, cuando hacía mi patrulla nocturna. Lo único de lo que tengo conciencia son las frías baldosas del suelo, cuando trato de levantarme siento entre mis dedos una sustancia pegajosa. Sangre semicoagulada. El olor a hierro de la sangre sube hasta mi nariz. Inhalo a profundidad. Entre las tinieblas distingo un cadáver destrozado. Una furia impotente sube hasta mi garganta. ¿Será cosa del Joker? Pocos son capaces de semejantes atrocidades. –¿Hay alguien ahí?– pregunto. Si están vigilando la celda, ya se habrán dado cuenta de que desperté. Me recargo contra mi celda. Todo parece ser roca sólida. A lo lejos, escucho un goteo incesante mientras que el olor a mierda sube y sustituye al olor de la sangre. Así que estamos en las alcantarillas. Mientras trato de recordar cómo llegué ahí caigo en cuenta del sabor de la sangre. Escupo, y noto un par de dientes menos. Eso no le gustará a Alfred. Me pre

¿Porqué no está bailando?

Preludio para Changeling:The Lost Mientras bailo no puedo juzgar. No puedo odiar, no puedo separarme de la vida. Solo puedo estar alegre y entero. Es por ello que bailo. Hans Bos “¿Porqué no está bailando?” Esa fue la primera idea que me vino a la cabeza en mucho tiempo, tal vez meses, no podía recordarlo. La segunda idea fue la conciencia plena de que no había pensado muy a menudo en bastante tiempo. ¿Por qué…? Ah. La música. Tomé conciencia de mi pie balanceándose en el aire y recordé que estaba bailando. La música había pausado, y yo, por tanto, había empezado a pensar. -¿Elisa?- Dejé la pista de baile con una ligereza inconcebible, pero no me paré a preguntarme de dónde provenía- Ven, ¿por qué no estás bailando? -¿Hermana?- Lisa me miraba asombrada, como si me reconociera después de mucho tiempo. Sus ojos asustados despertaron mi poco desarrollado sentido de hermana mayor. -¿Qué tienes?-le dijo mientras paso mis manos por su rostro, consolándola- Deberías